Sobretodo tras la celebración de la prueba de acceso a la Universidad, Twitter se llenó de mensajes que incluían desprecio a las matemáticas. «Odio las matemáticas hasta no poder más», decían unos, «al menos el resto me compensará» decían otros. El desprecio en Twitter ha estado ahí siempre, sea por notas, por ‘describirse’ a uno mismo, o para quejarse del aburrimiento de las matemáticas, pero absolutamente nadie se da cuenta de que conlleva eso. La gente contesta, lee, le gusta lo que sus amigos ponen, a veces, sin estar de acuerdo. De quién lo lee, es posible que pues ni le gustaran ni le dejarán de gustar, pero ‘gracias’ a ese comentario, ahora las odia. Y se difunde algo que no es.
Como decíamos, esto no es nuevo. Lleva existiendo meses, años, siglos. Desde el primer rechazo a las matemáticas (seguramente de algún conviviente de Euler) hasta hoy. Pero, ¿por que se ha ido llevando este desprecio tantos años? ¿Por qué nadie lo para? ¿Por que nadie transmite lo contrario? ¿Por qué no se conoce tanto? ¿Por qué no pasa lo mismo en otras asignaturas? Las respuestas a esas preguntas son evidentes, y este desprecio empieza cuando un niño o niña llega a clase de primaria, y en el primer examen suspende. Empieza a cogerle ‘miedo’ al suspenso, y llega a la secundaria con ese temor a no entender. Se acumulan conceptos, y el adolescente ignora aprenderlos, pues sigue con ese miedo. Al final no sólo le tiene miedo, sino es incapaz de entender nada. Y así con muchos jóvenes, que entre ellos se ríen de esta ciencia que en realidad, más que terrorífica es útil, y seguiremos sin entender porque muchos siguen llenando Twitter de comentarios de repulsa a las matemáticas.
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